Plata, Pasaje, Pasaporte

Porque cuando se viaja todo lo demas se puede comprar...

Friday, September 23, 2005

 

Iowa City - Cincinnati/Avion

Después de 3 dias de dormir mal y comer peor, haciendo batches en Iowa City, por fin me montó en el avión de regreso. Estoy cansada y quiero dormir y, como siempre, le pido a la señorita en el counter al chequear que si me puede cambiar a un asiento donde no haya nadie al lado. 2C y a cruzar los dedos para que 2D no se lo asignen a nadie. Estoy viajando de regreso con Daniel y ya de tanto vernos las caras día y noche en la planta y en el carro y cenando, ya que solo nos dejamos de ver durante las pocas horas que tenemos para dormir cada uno en su habitación, estamos absolutamente hartos el uno del otro. No nos llevamos mal y trabajamos bien juntos, pero así como que amigos amigos amigos no somos y los temas de conversación son limitadísimos y se acaban pronto, por lo que con cordialidad nos decimos ‘buenas noches’ cuando nos montamos en el avión y cada quien se va a dormir a su asiento… ya no damos más.
Me siento, abrocho mi cinturón, saco el iPod, un libro, todo lo que necesito para aprovechar el viaje y asegurarme una siesta de 1 hora 43 minutos. El tiempo para llegar a Cincinnati. Mientras termina de embarcar la gente cruzo los dedos para que no venga nadie a sentarse al 2D, quiero estirarme, apoyar la cabeza contra la ventana y apolillar. Cuando ya parece que no se va a montar nadie más entra una señora mayor por el pasillo y mira hacia el puesto vacío al lado mío. La azafata le pregunta por su boarding pass y la señora tiene el 2B… y yo respiro feliz. Si está al lado mío, pero con un pasillo de por medio. Mis planes de siesta están salvados. Daniel ya ronca 2 filas más atrás.
Me enchufo los audífonos, el cansancio y el sueño me tienen en una onda medio Nina Simone, entre cansada y triste y pensativa, una mezcla explosiva. Como sé que tengo que apagar el iPod antes de despegar y todo eso, aguanto las ganas de dormirme hasta que estemos en el aire y me entretengo mirando a la gente en el avión. La señora del 2B es la que está más cerca, así que hacia ahí dirijo la mirada y de repente me llega un aroma de talco, colonia y medicinas. De abuela con carácter pero consentidora. De mi abuela. Y es que la señora tiene un aire a ella, la veo guardar su pasaporte, con manos un poquito temblorosas pero terriblemente decididas, es un pasaporte de la República del Perú. Mi abuela es argentina y mi abuela es porque para mí ella nunca ha dejado ni dejará de ser, aunque ya no esté.
A mi abuela le encanta viajar, le fascina. Es una pata caliente y su hija lo heredó de ella y yo creo que yo lo heredé de la hija. Decía que tenía una cámara filmadora en los ojos y no necesitaba de fotos, que lo único que tenía que hacer era cerrar los ojos, elegir a que lugar quería volver a ir y ella misma se transportaba. Más de una vez la vi hacer eso, cuando pasaba el fin de semana con ella en Buenos Aires, en la calle Bolivia, 5511.
Cerré los ojos y puse mi propia película en el avión, me fui a uno de esos fines de semana. Un ritual abuela/nieta que las dos disfrutábamos a nuestra manera. Tomamos el tren primero y luego el autobus, bajamos como siempre en la parada anterior a la de su casa para comer helado en la heladería Venecia, ella uno mediano de frutilla y yo uno gigante de dulce de leche granizado y chocolate amargo. Chorreando helado y felicidad y con dos 2 días de ‘travesuras’ por delante nos fuimos caminando a la casa. Llegando a la casa sacamos la tele al patio y a jugar cartas mientras esperábamos a que empezara Simon & Simon, a eso de las 2am. Por supuesto que en mi casa no me hubieran dejado hacer algo así, pero en Bolivia 5511 las dos somos dueñas y señoras y mi abuela se divierte practicando conmigo las trampas que les va a hacer a las amigas cuando jueguen cartas.
Siguiendo el ritual, la mañana siguiente mi abuela me mandó a comprar raviolis donde los blancos, patilla, manzana para la tortuga, leche, vascolet y las galletitas de chocolate con azucar por encima que eran mis favoritas. Luego de un desayuno decadente me fui arriba a leer los libros que dejó mi mama en su vieja habitación. En ese cuarto con olor a humedad, tirada en la cama, en el piso o afuera en la escalera, dependiendo del clima, leí Los Tres Mosqueteros por primera vez y como 3 veces más, todos los tomos del Tesoro de la Juventud, un libro sobre la bomba de Hiroshima, descubrí a Hemingway a los 12 años y no me convencio mucho, y a infinidad de otros, acompañada a veces por alguna Barbie o la tortuga, mientras mi abuela visitaba a la vecina de al lado.
Para la hora del almuerzo, mi abuela hizo los ravioles, al burro para mi, con salsa para ella. Comimos, como siempre, jugando cartas. De postre dos tajadas de patilla comidas de pie, en el lavaplatos, escupiendo las semillas, mientras ella me contaba chismes y chistes verdes y yo me moría de la risa. Luego la siesta, mi abuela se fue a dormir y yo me fui arriba a seguir leyendo hasta que llamó Soledad, la vecina que tenía mi edad y a quien yo admiraba porque sabía hacer una pascualina con jamon y queso, que era una de mis comidas favoritas y me fui a jugar a su casa. Después de la siesta, mi abuela me llamó, haciéndose la molesta para asustar a Soledad, pero el motivo real era darme plata para ir a comprar caramelos media hora para ella y chocolate aero y caramelos sugus para mi. Y así seguía el fin de semana, delicioso, lleno de pequeñas delicias, pequeñas, simples delicias, como todos los que pasamos juntas. Pero se acabó la hora 43 minutos de vuelo y me tengo que despertar y dejar de ver a mi abuela… otra vez.
Abu es práctica, divina, llena de errores y palabras sabias, de vicios y maravillas. Seguro nos ha dicho a mí y a mis hermanas muchas cosas interesantes y profundas, dignas de recordarse y enmarcarse, pero las mejores cosas que he aprendido con ella son que las aguilas no cazan moscas, que solo se aburren los idiotas y que a veces es muy muy bueno hacer algo malo.
Me bajo del avión con la servilleta de Delta todavia en la mano y Daniel me dice que no debo haber dormido bien porque tengo los ojos rojos, como si hubiera estado llorando…. Como te extraño abu.

Sunday, August 14, 2005

 

Paris - London (7-7-5)/Avion


En realidad no quería escribir de esto, es algo así como explotar un hecho que no debe ser explotado y que ya está siendo explotado por mucha gente. Pero a la vez es también así como que absurdo no hacerlo, ya que, por decisiones del irónico Señor Destino, yo tuve que volar a Londres justo el 7 de Julio del 2005. Terrible coincidencia. En un viaje de unas 3 semanas donde me tocó ir a 5 países, 3 continentes, tuve que elegir justo el 7 de Julio para parar en Londres. Ni antes, ni después.
El caso es que ese preciso día a las 10:30am estaba yo sentada en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, esperando para tomar un vuelo a Londres, limandome las uñas (literalmente) y tomando soda con limón, pensando en pajaritos preñados y la inmortalidad de cangrejo, cuando me enteré de lo que estaba pasando. Me costó un buen rato asimilarlo. Simplemente hacerme la idea que había otro ataque terrorista era difícil. El terrorismo es algo que detesto profundamente, como cualquier otro acto de violencia, de quien sea contra quien sea. Un acto de terrorismo en Londres me molestaba más, porque es una ciudad que me gusta y en la que tengo varios amigos muy queridos. Pero que además fuera el mismísimo día en el que yo iba para allá y que tuviera dos horas para decidir y entender que debía hacer… fue algo que me dejó más allá de mis facultades durante los primeros 10 minutos.
Por increíble que parezca, seguí limandome las uñas como una autómata mientras mi cabeza daba vueltas a 1000 por hora y no era que estaba pensando que hacer, es que todavía no sabía ni que pensar. Para completar la irrealidad de la escena, en París era como si nada pasara, no decían nada, en los monitores donde a veces ponen las noticias estaban hablando del Tour de France. A mi lado tenía una pareja de asiáticos que leían el periódico, más allá unos señores con cara de negocio trabajaban en sus computadoras. Me fui al counter a preguntar que sabían del vuelo, de las noticias, de algo. La señorita me dijo que el vuelo iba a salir a tiempo por la puerta F46. Pero usted sabe lo que está pasando? Le pregunté y por respuesta recibí un ‘Si, el vuelo va a salir a tiempo y por la puerta F46’. Claro el mensaje.
Al mismo tiempo me seguían llegando las noticias de lo que estaba pasando en Londres (gracias John XXo) por lo que me sentía como en un universo paralelo. Completamente paralizada. Las noticias eran cada vez más preocupantes y volví al counter, a preguntar si iban a cancelar el vuelo, si podia cambiar mi pasaje, para más tarde, para el día siguiente, cancelar el tramo en Londres, cualquier cosa. Pero no, el vuelo iba a salir a tiempo y por la puerta F46 y, como era un pasaje con muchas paradas y muchas aerolíneas, solo mi agencia de viajes podia cambiarlo. La agencia está en US y no abría hasta las 8am, es decir, las 2pm hora de París. A esa hora en teoría yo ya estaría en Londres.
Como niña mimada que soy, mi siguiente reacción fue pensar en llamar a mi mama, ella iba a tener la solución. Y ahí volví a reaccionar… mama! Mis opciones eran o despertarla a las 5am (hora de Venezuela) para decirle que habian explotado unas bombas en Londres, que yo iba para allá, que no podia cambiar el pasaje, pero… que no se preocupara? O esperar a estar en Londres para llamarla, sabiendo que ella se iba a despertar antes, iba a oir las noticias y se iba a dar cuenta que su bebé estaba volando justamente hacía allá. Me pareció que la última era la menos cruel, por lo menos le representaba menos tiempo de sufrimiento, asi que no la llamé. Sin embargo, cada 10 minutos pensaba en lo preocupada que iba a estar de cualquier manera y me daba de todo.

Empezaron a llamar al celular algunos amigos que viven en Europa (incluyendo Londres) y que sabían que estaba por viajar hacia allá. Grandes amigos, ofreciendo consejos, casa y el maravilloso sentimiento de poder desahogarme y hablar con alguien que sabía lo que estaba pasando, porque en París la gente, los monitores, los anuncios de los vuelos que iban saliendo, seguían como si nada ocurriera. La conversación con los amigos seguía el mismo desorden que tenía en la cabeza, hablábamos acerca de que debía hacer yo o ellos y al segundo siguiente estábamos hablando acerca de lo horrible de la situación, del número de bombas, de víctimas, del ataque en Madrid el año pasado. Regresábamos a la realidad práctica de nuestra situación, que cambiara de hotel y me quedara cerca del aeropuerto, que me tomara un taxi hasta Egham y me quedara en la casa de Yali y al segundo estábamos otra vez tratando de entender lo insólito del fenómeno que es el terrorismo, por que tienen que pasar cosas así? Por qué ese odio, esas ganas de hacer pagar las culpas del mundo con gente totalmente inocente?
Se acercaba la hora para embarcar y el vuelo salió a tiempo y por la puerta F46. Sin embargo, debido a que había otro avión esperando para salir en la pista, no despegamos a tiempo. Yo esperaba que en cualquier momento nos hicieran regresar y cancelaran el vuelo. Pero no pasó eso. Despegamos con 20 minutos de retraso y, por primera vez en mi vida, tuve miedo en un avión.
Fue un vuelo irreal, absolutamente irreal. Estaba sentada en el avión, con el cinturón abrochado, los bolsos de mano debidamente colocados debajo del asiento de adelante o en los compartimientos superiores, la comida en la bandejita plegable, volando hacia una ciudad que acaba de tener un ataque terrorista, del cual mi mama se estaba enterando por la television probablemente en ese momento, mientras yo estaba en el aire. Y tuve miedo y rabia y ganas de llorar, por la gente que estaba en Londres, por la gente que tiene esas ideas extremistas en la cabeza, por la gente que estaba volando conmigo, por mi mama que iba a estar preocupada hasta que yo pudiera llamar, por este mundo que parece que se complica cada día más. Tantas cosas que no sabía por donde empezar a entristecerme, a enojarme. Me sentía complemente impotente, una hoja en la tormenta, un personaje de Pearl Buck y a la vez me sentía absolutemente egoísta, ya que de todos los posibles problemas de una situación como esa a mí me había tocado el mas leve y aun así estaba haciendo una tragedia de ello.
Y me puse a llorar en silencio de miedo, de rabia, de impotencia, pero más que nada de desconcierto, de no saber que hacer. El avión aterrizó en Londres y por supuesto mi mama ya había oído las noticias y estaba que se moría , yo fingí tranquilidad cuando hablé con ella, cuando me monté en el taxi y cuando llegué a mi hotel. De la misma manera que ahora todos fingimos tranquilidad, mientras la vida continúa.

Friday, July 22, 2005

 

Guangzhou - Huang Pu - Guangzhou - Huan Pu... / Taxi


Como cada mañana estos últimos días, Mr Zhu está esperándome afuera del hotel, al lado de su carro, un Kia negro. Con un cigarrillo a medio fumar, lentes oscuros, la uña del dedo meñique de la mano derecha asquerosamente larga y su inevitable conjunto de pantalones grises/camisa negra, parece que fuera miembro activo de alguna mafia china. Un guardaespaldas o algo por el estilo. El español (o el inglés, o el francés) de Mr Zhu es prácticamente tan bueno como mi chino (o mi japonés, o mi tailandés). Ninguno de los dos sabe decir ni 'buenos dias' en el idioma del otro, por lo que despues de hacernos gestos de saludo con la cabeza me siento en la parte de atras del carro, me pongo a ver por la ventana o a leer algo y el empieza a manejar, ninguno de los dos habla. Eso me hace sentir como si ahora yo tambien fuera parte de la misma mafia que Mr Zhu y el es mi guardaespaldas. Me esta llevando a cerrar algún negocio importante y es mejor no hablar ni dar detalles para no comprometerlo. Soy una mafiosa seria y profesional.
Pero no, Mr Zhu no es miembro de alguna mafia china, al menos no aparentemente. Mr Zhu es uno de los choferes de la planta de Huang Pu y mientras yo estoy aquí es el encargado de llevarme a la planta, al hotel o al aeropuerto, porque la 'foreigner' no habla nada de chino y puede perderse muy muy fácilmente. Eso es cierto.
Como es de suponer, la comunicación con Mr Zhu ha sido bien difícil. No es que necesitemos hablar mucho en realidad, porque la gente de la planta le dice cuales son mis itinerarios y él les dice cuanto voy a pagar; pero estando solos en un carro con otra persona aproximadamente una hora en cada trayecto y con el tráfico de locura que hay entre Guangzhou y Huang Pu, es irremediable que alguno de los dos intente señalar algo con el dedo para decir 'mira ese autobús como se le lanzó al tipo de adelante' o 'ese motociclista está loco' y en mi caso más que nada lo que quiero decirle es 'qué es ese edificio de allá?' y 'ese parque tan lindo cómo se llama?', pero nos quedamos solo con la intención y el dedo levantado por un segundo. Cuando queremos abrir la boca nos recordamos de la barrera comunicacional que nos separa y se caen el dedo y las intenciones.
La primera tarde que me dejó en el hotel, Mr Zhu se volteó y me dijo algo, en chino por supuesto. Yo le contesté que no entendía, obviamente en inglés. El siguió hablándome y, frustrado, con los dedos contó 7 lentamente. Entendí que eso era que al día siguiente me iba a buscar a las 7am. Conté yo 7 también y le dije si, ok, sonrisa. El sonrió también y al día siguiente a las 7am estaba ahí. Y así nos hemos ido entendiendo. Si Mr Zhu no quiere que me mueva mientras el busca el carro en alguna parte señala el piso con el dedo de una manera enfática y yo asiento con la cabeza, enfáticamente también, y nos quedamos tranquilos los dos. Si quiere que lo siga hace otra seña con la mano y yo empiezo a caminar y el asiente y sonríe. En esos momentos ya no soy la mafiosa seria y profesional con su guardaespaldas, sino la niña tarada que viene del campo y que él esta domesticando.
Mr Zhu tiene un cassette con música, china por supuesto, al que oímos y oímos y oímos en el carro. A veces le baja el volumen, creo que cuando por instinto tiene la intención de voltearse a comentar algo. Luego, cuando se da cuenta que no vamos a hablar, murmura algo y le sube el volumen otra vez. Yo me hago como la que no es conmigo y sigo mirando por la ventana con unas ganas terribles de preguntarle qué es ese edificio a la izquierda que se ve tan interesante. El cassette no es particularmente bueno, pero ya me se por lo menos el orden de todas las canciones y ayer en la tarde me encontré entusiasmada porque sabía que después de la canción que estaba sonando en ese momento venía mi 'favorita'. Yo creo que hasta la puedo cantar.
Esta mañana pasó algo increíble. El tráfico estaba de terror, estabamos totalmente parados. Mr Zhu bajó y subió el volumen del cassette por lo menos 3 veces, hasta que no pudo más y se bajó del carro para hablar con alguien, en chino, acerca de lo que pasaba, no sin antes hacerme la seña de 'no te muevas, te quedas acá', es decir, señalar enfáticamente al piso del carro. Al rato regresó, hizo un gesto de duda, que yo interprete como 'no pude averiguar nada' y sin una palabra se sentó otra vez en el carro y le subió el volumen a la música. Por fin se empezó a mover el tráfico y lentamente fuimos llegando al lugar del problema, donde habían chocado 7 carros, uno detrás del otro, bastante impresionante. Mr Zhu bajo el volumen, se volteó y sin pensarlo dos veces me dijo algo en chino muy entusiasmado, señalando la escena. Yo, sin siquiera darme cuenta de lo que hacía le contesté en el mismo tono en español, parecía que había entendido lo que él había dicho y él a mí también y seguimos 'hablando'. La desgracia ajena nos hacia tan básicos que nos podíamos comunicar, por unos minutos los dos sabíamos que pensaba y/o decía el otro, fuera en chino, en español, en inglés o un ruso. Los dos teníamos la misma entonación de asombro y sorpresa y casi que entusiasmo al señalar los carros chocados. Fue un momento grandioso, pero duró sólo segundos. Una vez pasado el choque el volvió a subir el volumen y yo a ver por la ventana y preguntarme 'y ese edificio tan enorme, de qué sera?'.
Antes de llegar a la planta, Mr Zhu tomó un camino diferente al que ha tomado todos estos días. Pasamos por un camino muy bonito y tranquilo que bordea un parque a lo largo de un río. Es bellísimo y yo miraba embrujada. Todavía no sé si lo hizo para festejar nuestro pequeño 'episodio', para evitar el tráfico tan pesado, o para despitar a la policía... y es que como somos de la mafia...


 

Atlanta - Mexico DF / Avion (en el aeropuerto)


Por alguna extraña razón los aviones normalmente deciden llegar todos a la misma hora, al mismo aeropuerto y la espera para hacer inmigración es generalmente larga, sobre todo cuando hay como 10 taquillas y solo uno o dos funcionarios que con o-fi-cial lentitud se dedican a averiguarle la vida y a hacer preguntas estúpidas a todos los que pasan por sus manos. Cuántos días se queda? Y qué viene a hacer? Y en qué trabaja? Y de dónde viene? Y dónde se va a quedar? Y a usted qué le importa y para que me pregunta si ya lo escribí todo en el fulano papelito ese? Es qué no sabe leer? Miran los pasaportes como si buscaran algo o-fi-cial-men-te importante, pero yo creo que en realidad lo que hacen es burlarse de las fotos y de las respuestas en los breaks (no se burlan de los nombres porque… no saben leer).

En esas largas esperas cuando uno viaja solo irremediablemente termina invéntandose alguna manera en que ocupar el tiempo. Leer no es muy práctico porque las maniobras que hay que hacer con el libro, el carry on y todo lo demás para dar el miserable pasito’alante cada vez que alguien se mueve no me dejan concentrar. Hablar con el de atrás o el de adelante no siempre da buen resultado, porque pueden ser como yo y limitarse a contestar con un si o no o, peor aun, pueden ser como una amiga mía y no te la puedes quitar de encima después, por lo que terminas prestándole plata para que se tome un taxi y te deje en paz. A veces me pongo a contar cuante gente hay, cuanta gente hay que lleva computadora, que lleva pantalones oscuros, que lleva chaqueta de cuero, cuanta gente hay que tiene cara de aburrida, que tiene cara de trabajo, que tiene cara de que apenas cruce esas puertas se va a encontrar con alguien que la/o va a llevar a algun lado a pasarsela bien (no son muchos, no se crean, pero si los hay). Enchufarse los audífonos y oir música es una de las mejores opciones, pero eso aun te deja la mente libre y, no sólo eso, libre e inspirada para pensar en algo más.

Una de las primeras cosas que hay que hacer es estimar el tiempo de espera. Si hay más de 20-30 personas delante de uno vale la pena hacerlo. Sin embargo, como el proceso depende de 1) que tan fastidioso sea el interrogatorio de cada funcionario, 2) que tan lento sea cada pasajero, 3) que tan mal hayan llenado el fulano papelito que igual no van a leer y 4) cuantos niños/maletas/sacos carga cada pasajero, pueden ser muy variables los resultados, por lo que se recomienda tomar el tiempo que se tardan por lo menos 5 pasajeros en pasar y hacer un promedio. Saber el tiempo disponible normalmente no sirve de nada, pero por lo menos entretiene por unos 10 minutos.

Esta vez, con una fila de aproximadamente 50 personas delante mio, más un número similar detrás, 3 taquillas y un promedio de 2 minutos por pasajero, además de un alto porcentaje de niños revoloteando por ahí y un grupo de 10 que viajaban en un tour (esos son los más lentos) tenía suficiente tiempo y material para jugar a algo más sofisticado…

Primero hice un rápido sondeo de las personas del sexo opuesto que estaban en la fila y que viajaban solas o por lo menos no con algo que podría obviamente ser la pareja o con hijos. Es decir, los que por alguna remota posibilidad podrían estar disponibles. Habían como 30, un buen número, y la mayoría detrás de mí, lo que me daba más tiempo para jugar. El siguiente paso fue descartar a los que, por razones obvias no iban a funcionar, ya sea porque se veían muy viejos, muy jovenes o muy bajitos (estos criterios de selección pueden cambiar de acuerdo al gusto de cada jugador). Ahora quedaban como unos 15 ‘especímenes’. Ya con menos candidatos pude pasar al siguiente ‘filtro’ que toma un poco más de tiempo y consiste en analizar que tan ridiculizables serían por familia, amigos y yo misma. Desechados los peorcitos, pasé a buscar los mejorcitos entre los que quedaban. Imaginando (mas que nada basada en referencias del pasado) como sería el caracter: este tiene una pinta de parecerser al ex de Gaby que era tan fastidioso, o aquel se parece al latoso que trabajó en el proyecto ese y ese de allá se ve como mi ex-cuñado... hice la siguiente eliminación. Hay unos que verdaderamente asustan.

Después de este filtro quedaron solo 3 ó 4. Estos fueron mirados en más detalle, zapatos, maletas, manos, ropa, corte de cabello (cuanto les queda, si es que les queda). Si estaban sonriendo estúpidamente o si se veían interesantemente serios, si estaban oyendo música o leyendo algo. Uno leía un libro de auto-ayuda… fue desechado en el acto; otro sonreía estúpidamente… punto en contra para él. Ahora solo quedaba uno. No era espectacularmente bonito, pero se veía interesante. Me vio mirarlo y me sonrío y yo me hice la idiota, que no me cuesta, y miré para otro lado. Miré otra vez, seguía mirando hacia acá y volvío a sonreir. No, no, ese no era el objetivo del juego! Era pura estadística… y ahora que iba a hacer?

“El siguiente!” mi turno para ir a inmigración… menos mal.

 

Paris-Tours / Tren


Están sentados en el tren al lado mio. El lee, ella duerme. Desde aquí sólo puedo ver el perfil de él y la cabeza de cabellos dorados de ella, que duerme apoyada en su regazo. El lee un libro de viajes y tiene un brazo rodeándola, protegiéndola. Una pareja joven, viajando de Tours a Paris. Es un día gris de invierno y las nubes que se ven desde la ventana del tren amenazan lluvia. Atravesamos Mer, Beaugency, Meung sur loire. Paisajes bucólicos del valle del Loire, el escenario perfecto.

Los miro de reojo de vez en cuando y me maravillo ante la tranquilidad de la escena. El está vestido casual, pero impecable para un sábado de lluvia. No es lindo, ni feo, pero tiene un terrible aire de buena gente, de esposo fiel amoroso. Lleva unas medias de Snoopy. Me imagino que se las regaló ella. Me imagino que viven en Orleans y vienen de visitar a algun familiar. Me imagino que ella debe ser un ser angelical al que él proteje, una mujer divina. Una francesa de novela de pies a cabeza. Debe tener unos ojos azules que combinan con los verdes de él y con sus cabellos dorados. Deben tener una casa bonita, donde ella es reina y todo marcha perfecto, entre risas y música y besos. El debe tener un buen trabajo, pero siempre tiene tiempo para ella y el libro de viajes que lee es para planear sus próximas vacaciones.
Y me imagino… que afortunados, que pareja tan linda. Realmente no debe ser tan malo esto de estar casados. Sentir esa paz, esa seguridad, la respiración rítmica de ella mientras duerme, la vigilia de el mientras lee… rodeándola con el brazo.

Estamos llegando a Orleans. El la sacude y ella se despierta con un bufido. Sus cejas gruesas y negras delatan que sus cabellos dorados en realidad no son tan dorados. Su cara ‘angelical’ es más bien rechoncha de ojos chiquitos. El intenta darle un beso, ella le voltea la cara con fastidio. “Deja ya” dice, “si eres fastidioso, no me pagas para eso”. El la mira con un poco de rencor y mucho de asco. Mientras se marchan me doy cuenta que él lleva un anillo de matrimonio y ella no… oh! l’amour, l’amour y las maravillas de estar soltera.

En Orleans un señor ocupa el lugar de la pareja. Saca una computadora portátil, lápices, papeles, lentes y se dedica a meter números en una tabla en la computadora que de vez en cuando hace “ca-ching” como una máquina registradora. Y el señor sonríe cada vez que oye ese sonido. Ca-ching/sonrisa, ca-ching/sonrisa. Después de los primeros 15 minutos se quita los lentes y los pone a un lado, concentrado y emocionado al ritmo de los “ca-ching”. Faltan pocos minutos para llegar a París y ahora luce preocupado, será que no pudo hacer suficientes “ca-chings”? Una versión moderna de un personaje de El Principito. Jugar a los ‘ca-ching’s para el debe ser mejor que cualquier Nintendo, cualquier novela, cualquier cosa. Pero no se da cuenta que esas medias blancas con esos zapatos negros, pues, como que no combinan?

Llegamos a París. Caminando todos rapidito hacia la puerta para poder bajar-lo-mas-rápido-posible, cosa que todavía no entiendo por qué. Un padre con su hija juegan a ver de que lado tenemos que bajarnos. “De este lado” dice el papá, “de este otro” dice la niña. “de éste”, “del otro”, “de éste”, “del otro”, “si pierdes me das 50 centavos”. Y así vamos, el tren no termina de llegar y seguimos oyendo “de éste, no, del otro, no, de éste, 50 centavos, de éste, del otro” el tren disminuye la marcha entrando a la estación. Todavía no se ve de que lado hay que bajar. “De este lado, de este lado, de este lado, 50 centavos”. Ya está bueno. La niña y todos los demás pasamos de la sonrisa de simpatía a la cara de fastidio. Ya no nos importa de que lado bajemos, lo que queremos es que se calle. Mas aun lo que queremos es que pierda y le tenga que pagar los 50 centavos a la hija. Lamentablemente bajamos “de éste”, lo que provoca una enorme sonrisa en la cara del padre que ahora solo dice “lo dije, lo dije, de éste, de éste, dónde están mis 50 centavos? Dónde? Ah? Mira que bajamos de ESTE lado” El se;or ca ching mete la mano en el bolsillo y le da 50 centavos a la niña “cállalo de una vez, por favor”. Y nos bajamos todos del tren… de este lado.

 

Caracas-Buenos Aires / Avion


Caracas - Buenos Aires / Avión

Me cuentan que la primera vez que me monté en un avión tenía un año, pero, por supuesto, yo no me acuerdo de nada. Me debo haber portado relativamente bien porque nadie tiene un cuento funesto de alguna barbaridad que haya hecho yo durante ese viaje… y si lo tienen, se lo tienen bien guardado...

Del primer viaje ‘importante’ que yo tengo alguna memoria que valga la pena, fue yendo a Argentina desde Caracas cuando mis padres decidieron que fuéramos mi mama, mis hermanas y yo a Buenos Aires a buscar casa para mudarnos después. Y es que por una de esas ideas locas de mi papa nos íbamos a vivir al supuestamente desconocido sur en la época en que en Venezuela todo el mundo se mudaba al y que maravilloso norte.

El vuelo salía de noche y yo me pasé todo ese día jugando en la calle. Ahora entiendo que fue para que no estorbara con los preparativos y no ayudara con los nervios. Me despedí de los amigos del edificio, no como quien se va por 3 meses a un país del que ellos no habían oído mucho y del que yo en realidad sabía poco a estar con una familia de la que sabia todavía menos, sino como quien se iba de fin de semana a la playa. La ignorancia es una bendición.

Afortunadamente no me acuerdo nada del llenado de formularios, aduana, pasaportes, etc, rutina que ahora coordino a la perfección y casi que con los ojos cerrados, ya que soy la encargada de eso cada vez que viajamos. En esa oportunidad mi mama cargaba con todo, con todas y con sus nervios. La película que pasaban en el avión era Rocky (I, II o III, hasta ahí no llega mi memoria) y mama decidió que yo era muy pequeña para verla… aunque ya la hubiera visto. Parece ser que cuando uno está en una avión se vuelve más pequeño y necesita ser mas controlable. Como yo seguía insistiendo en verla, porque no hay más nada que hacer en un avión y la pantalla era enorme y estaba adelante y yo no tenía intenciones de dormir, mi mama decidió quitarme los lentes. Santo remedio. Como era (y sigo siendo) bastante cegatona no veía nada y así se acabó la película para mí. Hay que ver que las madres puedes ser creativas. Eso si, sueño no tenía y muchas ganas de dormir tampoco y como esa era el objetivo de mi mama yo sentí que en esa batalla habíamos quedado parejas.

Ahora bien, con lo que no contaba mi mama era con que no solo no podia ver la película, pero tampoco mi comida así que comí con las narices pegadas a la bandeja. Tampoco pude ver la coca cola en la mesita plegable de mi hermana cuando intenté salir de mi silla para ir al baño (las hermanas menores van en el medio, que se creían? Que me iban a dejar el pasillo o la ventana?), por lo que la coca cola salió volando por los aires y cayo sobre mi hermana, sobre mi zapato y sobre la señora que iba sentada adelante. Increible la cantidad de líquido que se puede desparramar de un simple vasito. Resignada, mi mama me regresó los lentes y yo me dormí feliz mientras Rocky seguía pegándole a alguien en la pantalla.

Llegamos a Ezeiza y no estoy segura si nos estaban mis tios y mis primas, pero si estoy segura que mi abuela estaba ahí y que no todas las maletas nos estaban esperando. Del equipaje que llevábamos se perdió la mitad. Y así empezó esa odisea… mi mama, nosotras tres (dos con coca cola en la ropa y/o zapatos), dos maletas perdidas, un montón de dólares en un sobre, porque mama viajó con el efectivo para comprar la casa porque la tasa de cambio en alguno de los dos países (o en los dos) era una locura y mi abu la consentidora esperándonos con chocolates en la cartera.

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