Plata, Pasaje, Pasaporte

Porque cuando se viaja todo lo demas se puede comprar...

Friday, September 23, 2005

 

Iowa City - Cincinnati/Avion

Después de 3 dias de dormir mal y comer peor, haciendo batches en Iowa City, por fin me montó en el avión de regreso. Estoy cansada y quiero dormir y, como siempre, le pido a la señorita en el counter al chequear que si me puede cambiar a un asiento donde no haya nadie al lado. 2C y a cruzar los dedos para que 2D no se lo asignen a nadie. Estoy viajando de regreso con Daniel y ya de tanto vernos las caras día y noche en la planta y en el carro y cenando, ya que solo nos dejamos de ver durante las pocas horas que tenemos para dormir cada uno en su habitación, estamos absolutamente hartos el uno del otro. No nos llevamos mal y trabajamos bien juntos, pero así como que amigos amigos amigos no somos y los temas de conversación son limitadísimos y se acaban pronto, por lo que con cordialidad nos decimos ‘buenas noches’ cuando nos montamos en el avión y cada quien se va a dormir a su asiento… ya no damos más.
Me siento, abrocho mi cinturón, saco el iPod, un libro, todo lo que necesito para aprovechar el viaje y asegurarme una siesta de 1 hora 43 minutos. El tiempo para llegar a Cincinnati. Mientras termina de embarcar la gente cruzo los dedos para que no venga nadie a sentarse al 2D, quiero estirarme, apoyar la cabeza contra la ventana y apolillar. Cuando ya parece que no se va a montar nadie más entra una señora mayor por el pasillo y mira hacia el puesto vacío al lado mío. La azafata le pregunta por su boarding pass y la señora tiene el 2B… y yo respiro feliz. Si está al lado mío, pero con un pasillo de por medio. Mis planes de siesta están salvados. Daniel ya ronca 2 filas más atrás.
Me enchufo los audífonos, el cansancio y el sueño me tienen en una onda medio Nina Simone, entre cansada y triste y pensativa, una mezcla explosiva. Como sé que tengo que apagar el iPod antes de despegar y todo eso, aguanto las ganas de dormirme hasta que estemos en el aire y me entretengo mirando a la gente en el avión. La señora del 2B es la que está más cerca, así que hacia ahí dirijo la mirada y de repente me llega un aroma de talco, colonia y medicinas. De abuela con carácter pero consentidora. De mi abuela. Y es que la señora tiene un aire a ella, la veo guardar su pasaporte, con manos un poquito temblorosas pero terriblemente decididas, es un pasaporte de la República del Perú. Mi abuela es argentina y mi abuela es porque para mí ella nunca ha dejado ni dejará de ser, aunque ya no esté.
A mi abuela le encanta viajar, le fascina. Es una pata caliente y su hija lo heredó de ella y yo creo que yo lo heredé de la hija. Decía que tenía una cámara filmadora en los ojos y no necesitaba de fotos, que lo único que tenía que hacer era cerrar los ojos, elegir a que lugar quería volver a ir y ella misma se transportaba. Más de una vez la vi hacer eso, cuando pasaba el fin de semana con ella en Buenos Aires, en la calle Bolivia, 5511.
Cerré los ojos y puse mi propia película en el avión, me fui a uno de esos fines de semana. Un ritual abuela/nieta que las dos disfrutábamos a nuestra manera. Tomamos el tren primero y luego el autobus, bajamos como siempre en la parada anterior a la de su casa para comer helado en la heladería Venecia, ella uno mediano de frutilla y yo uno gigante de dulce de leche granizado y chocolate amargo. Chorreando helado y felicidad y con dos 2 días de ‘travesuras’ por delante nos fuimos caminando a la casa. Llegando a la casa sacamos la tele al patio y a jugar cartas mientras esperábamos a que empezara Simon & Simon, a eso de las 2am. Por supuesto que en mi casa no me hubieran dejado hacer algo así, pero en Bolivia 5511 las dos somos dueñas y señoras y mi abuela se divierte practicando conmigo las trampas que les va a hacer a las amigas cuando jueguen cartas.
Siguiendo el ritual, la mañana siguiente mi abuela me mandó a comprar raviolis donde los blancos, patilla, manzana para la tortuga, leche, vascolet y las galletitas de chocolate con azucar por encima que eran mis favoritas. Luego de un desayuno decadente me fui arriba a leer los libros que dejó mi mama en su vieja habitación. En ese cuarto con olor a humedad, tirada en la cama, en el piso o afuera en la escalera, dependiendo del clima, leí Los Tres Mosqueteros por primera vez y como 3 veces más, todos los tomos del Tesoro de la Juventud, un libro sobre la bomba de Hiroshima, descubrí a Hemingway a los 12 años y no me convencio mucho, y a infinidad de otros, acompañada a veces por alguna Barbie o la tortuga, mientras mi abuela visitaba a la vecina de al lado.
Para la hora del almuerzo, mi abuela hizo los ravioles, al burro para mi, con salsa para ella. Comimos, como siempre, jugando cartas. De postre dos tajadas de patilla comidas de pie, en el lavaplatos, escupiendo las semillas, mientras ella me contaba chismes y chistes verdes y yo me moría de la risa. Luego la siesta, mi abuela se fue a dormir y yo me fui arriba a seguir leyendo hasta que llamó Soledad, la vecina que tenía mi edad y a quien yo admiraba porque sabía hacer una pascualina con jamon y queso, que era una de mis comidas favoritas y me fui a jugar a su casa. Después de la siesta, mi abuela me llamó, haciéndose la molesta para asustar a Soledad, pero el motivo real era darme plata para ir a comprar caramelos media hora para ella y chocolate aero y caramelos sugus para mi. Y así seguía el fin de semana, delicioso, lleno de pequeñas delicias, pequeñas, simples delicias, como todos los que pasamos juntas. Pero se acabó la hora 43 minutos de vuelo y me tengo que despertar y dejar de ver a mi abuela… otra vez.
Abu es práctica, divina, llena de errores y palabras sabias, de vicios y maravillas. Seguro nos ha dicho a mí y a mis hermanas muchas cosas interesantes y profundas, dignas de recordarse y enmarcarse, pero las mejores cosas que he aprendido con ella son que las aguilas no cazan moscas, que solo se aburren los idiotas y que a veces es muy muy bueno hacer algo malo.
Me bajo del avión con la servilleta de Delta todavia en la mano y Daniel me dice que no debo haber dormido bien porque tengo los ojos rojos, como si hubiera estado llorando…. Como te extraño abu.

Comments:
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Me gustó tu Blog. Muy interesante tu post para aquellos que viajamos y que debemos transitar de una ciudad a otra, o entre países. Ser parte de la comunidad de espera de las salas de embarque, de conseguir un sitio donde unchufar tu Mac porque la batería ya murió, de las esperanzas de no tener nadie al lado del asiento de uno y luego de aquel bombardeo de recuerdos y pensamientos que nuestra mente juega cuando estamos en el aire.
Saludos.
 
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